Historia

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La presencia de pobladores se remonta al período comprendido entre el Calcolítico y la Edad de Bronce (del 3000 al 800 a.C.) ejemplos de ello son los asentamientos del Cerro de la Horca y el Castrejón. De la Edad del Hierro (s. IV a.C.) data el yacimiento de Villasviejas del Tamuja (Botija) y las necrópolis del Romazal I y El Romazal II enclavados en la localidad de Plasenzuela. Los restos arqueológicos conservados son de gran relevancia histórica y se exhiben en el Museo Arqueológico de Cáceres (Frontaleza de Caballo, El Romazal I, siglos IV-II a.C.). En esta necrópolis se excavaron varios grupos de tumbas en las que aparecen materiales claramente romanos. En El Romazal II (Plasenzuela) se han documentado once enterramientos de cremación, en los que las urnas aparecían encajadas en oquedades en el suelo cubiertas con un plato y acompañadas de ajuar. La necrópolis del Romazal I junto a las de Romazal II y Mercadillo, forman parte de la esfera funeraria del castro o recinto fortificado de Villasviejas del Tamuja (Botija). Las excavaciones arqueológicas desarrolladas a fines de los años ochenta y principios de los noventa por Francisca Hernández Hernández y Eduardo Galán Domingo, han supuesto el comienzo de una investigación más profunda e interdisciplinar que partiendo de las variables relacionadas con el ritual funerario (cremación del cadáver y recogida de restos en urna cerámica, posteriormente depositada en hoyo), han trascendido hasta cuestiones relacionadas con las características físicas de la población (edad, sexo, patologías etc.) y la hipotética articulación social y económica ibérica, ésta es la única aparecida en un contexto arqueológico. Su origen es grecorromano y es un reflejo de la importancia social y militar del caballo en la Antigüedad. En el enterramiento junto a la frontalera aparecieron otros objetos relacionados con el ajuar personal de un guerrero vetón con claras influencias itálicas: un bocado de hierro y bronce, un cuchillo afalcatado y restos de su vaina, dos estrígilos o espátulas para cuidado personal y los restos del difunto dentro de una urna cerámica. Conforman en su conjunto un claro ejemplo de los poblados fortificados conocidos como castros y que serán la forma de hábitat de los vetones durante la época prerromana en la provincia de Cáceres. Los castros se caracterizan por su ubicación en lugares estratégicos, sobre cerros escarpados de difícil acceso y defendidos por murallas que los convertían en fortalezas inexpugnables. Estos objetos y el resto de los elementos encontrados nos muestran los cambios que se producen en el mundo vetón con la llegada de los romanos, iniciando un proceso hacia la romanización que culminará con el abandono de los castros y con la creación de colonias romanas en lugares próximos que reorganizarán todo el territorio de la Lusitania. Los estudios desarrollados han aclarado el periodo del asentamiento de la población vetona desde el siglo IV a.C. hasta mediados del siglo I a.C. su abandono es constatado en la época de Julio César. A esta época pertenecen las monedas romanas (ases) acuñados en el siglo II a.C. y los inicios del siglo I. a.C. en los que se graba el nombre celtíbero de TAMUSIA lo que revela el momento álgido del lugar, tan importante como para emitir monedas de curso legal. Tras someter a lusitanos y vetones los romanos ocuparon sitios estratégicos de Norba Caesarina (Cáceres) y Turgalium (Trujillo). De este modo, se inició la romanización de la Lusitania y el nacimiento de villas rurales como es el caso de la Tololondia romana. Los romanos llevaron a cabo una importante actividad minera, testimonio de ello son los yacimientos que se hallan cerca de Plasenzuela, y los instrumentos mineros romanos que ingresaron, en 1900, en el Museo Arqueológico Nacional (expte.1900/64) . Según Fernández Corrales J.M (1987) esta práctica se desarrolló desde inicios en la primera década del siglo I d.C. hasta el siglo V d.C. coincidiendo con el importante desarrollo que adquirió la cercana Colonia Emerita Augusta, necesitada de materiales para la construcción de los edificios y monumentos de sus metrópolis. La zona presenta altos índices de sulfuros de plomo (galena) y zinc (blenda), con minerales como el cuarzo y la siderita. En cambio el hierro no constituyó una riqueza destacable (Barrientos, 1985: 34). Precisamente la actividad minera en Extremadura comienza en épocas romanas, siendo el oro del área de La Codosera y la plata en Plasenzuela los lugares más importantes para el desarrollo minero de metales preciosos, pero que ahora han quedado para restos materiales de exposición en diversos museos arqueológicos nacionales.

 

Es interesante la explicación que Simeón Molano Hurtado ofrece en su libro Tololondia sobre el posible origen del topónimo de "tololo". Presenta una teoría lingüística en el que el topónimo derivaría de la palabra Tolo: personaje mitológico que dio su nombre a una de las siete colinas de la ciudad de Roma.

Durante la dominación Visigoda las tierras de Tololondia perduraron habitadas, cuyo testimonio es el capitel visigodo situado en la iglesia parroquial de la localidad. En el yacimiento de los Villares nos encontramos con pruebas de la existencia de sepulcros árabes mencionados por Madoz en el Diccionario Geográfico-Estadístico histórico de España en el Tomo XIII página 88. "Hay otro despoblado llamado los Villares, del que todavía quedan muchos escombros, en el que se descubrieron en el año 1845 46 sepulcros árabes, que contenían solamente las cenizas de los sepultados".

Actualmente, el yacimiento está catalogado por el Ayuntamiento de Plasenzuela en el año 2006. También, es reseñable, la lápida con inscripción griega (ICERV 419) que Mª P. de Hoz (2007) cita que se extrajo en 1845 de una probable necrópolis tardoantigua situada en el despoblado de Los Villares, en el municipio de Plasenzuela.

Durante la Reconquista se denominó Extremadura o Trassiera a las tierras donde los árabes de Al-Andalus estaban asentados, más al extremeño entre los afluentes del río Duero. Tras la conquista de Truxillo por Fernando III el Santo en 1233, en plena descomposición del Imperio almohade, Plasenzuela perteneció a la jurisdicción de Trujillo. Tomó el nombre propio de un diminutivo de Plasencia, debido a que los primeros caballeros placentinos repoblaron esta zona, y a sus similitudes geofísicas, puesto que ambas estaban asentadas sobre un lugar placentero. De este modo, se asentaron familias procedentes de los reinos de Castilla, León y Portugal. Con la declaración de Fuero a Trujillo concedido por el rey Alfonso X en 1256 les permitirá controlar el proceso repoblador, en las que acudirán labradores que harán dehesas con el propósito de criar caballos con los que alistarse al ejército real. La tierra de Trujillo en el siglo XV se extendía en 10 leguas de ancho por 16 leguas de largo; esto es, entre el río Almonte hasta el río Guadiana de norte a sur, y desde el Ibor y Ruecas hasta el Tamuja. No será hasta el año 1476 cuando encontremos el primer documento en el que menciona a Plasenzuela: "En el año 1476 el Monasterio de Guadalupe tenía merced de las Tercias de muchas parroquias de la diócesis de Plasencia, entre ellas Plasenzuela". 2 En el año 1480 las Cortes de Toledo conceden autonomía a las aldeas por medio de la creación de concejos municipales, según el siguiente documento, podremos confirmar que existía el concejo de Plasenzuela: "En 1487 los concejos y vecinos del término de Trujillo pedían tierras para labrar porque, (…) los dichos lugares se han fecho de un tiempo acá muy copiosos e más poblados". El obispo auxiliar de Plasencia, Fray Pedro Villalobos, asignó a la iglesia de Plasenzuela el privilegio de poder cobrar a sus feligreses el diezmo de los frutos que cultivaban. Hombres de Plasenzuela participaron en la Guerra que los Reyes Católicos tenían contra último reducto musulmán en Granada. El Rey Fernando escribe desde Córdoba el 26 de mayo de 1485 a la ciudad de Trujillo que le envíe 250 hombres para llevarlos a la guerra.

 

En el año 1559 Felipe II vende Plasenzuela como señorío, con el objetivo de incrementar las arcas de la corona e invertir en las campañas del duque de Alba en Italia y amortizar los gastos de la batalla de San Quintín (1557). De este modo Trujillo perdió seis territorios: La Cumbre, Puerto de Santa Cruz, Santa Marta, Torrecilla, Plasenzuela, Guijo y Avilillo. Estos lugares con jurisdicción contaban con un total de 530 vecinos. La Cumbre con 60 habitantes, el Puerto de Santa Cruz con 140, Torrecillas con 60 habitantes, Santa Marta con 20 y Plasenzuela con el Guijo y Abililla con 80 vecinos. Diego de Vargas Carvajal compró los lugares del Puerto de Santa Cruz, Pedro de Barrantes la Cumbre, Diego de Pizarra el de Torrecillas, el lugar de Santa Marta a Álvaro de Loysa, Juan de Vargas Plasenzuela, el Guijo y Avilillas. En el caso del territorio de Plasenzuela, el Guijo y Avilillas, el trato se cerró por 16000 maravedíes por cada uno de sus 80 habitantes, y unos 1000 ducados por cada legua del término. Juan de Vargas y Carvajal se convierte bajo estas condiciones en el Señor de la Villa de Plasenzuela. Conocemos que en el 1527 Plasenzuela contaba con 22 vecinos pecheros, (Fernández-Daza, 1992) en ese patrón no figuraban los Hidalgos. Hemos de esperar al año 1553 para obtener datos significativos sobre el número de habitantes: 80 vecinos, de ellos 37 eran hidalgos y 43 pecheros. No obstante, el concepto de vecino equivale a 4 o 5 habitantes por vecino, por lo que podemos considerar que residían unos 400 habitantes. La carta de venta se otorgó en Valladolid con fecha del 17 de agosto de 1558 firmada por Felipe II refrendada el 8 de octubre de 1559. Juan de Vargas casado con su sobrina Inés de Camargo, caballero de la Orden de Santiago, consejero de Carlos I y Felipe II de España, señor de la Oliva y Plasenzuela. Pocos datos conocemos sobre la biografía de los señores de la villa más que lo citado por autores en estudios relacionados con el pasado de Extremadura. Inés de Vargas y Camargo casada con Rodrigo Calderón, Marqués de siete iglesias, el cual influyó en el Duque de Lerma, el valido de Felipe III (1558-1621). El primer señor de la familia Tapia fue don Gonzalo de Tapia que compró el señorío de Plasenzuela en el año 1588 a doña Inés de Vargas. El 28 de junio de 1963 el Rey Carlos II concedió el título de Conde de Canillero a D. Pedro de Porres Maraver, Corregidor de Ávila y Caballero de Santiago. De esta manera, Plasenzuela pertenece a la familia Tapia en el siglo XVII, y un siglo después, forma parte del condado de Canilleros. Desde 1834 Plasenzuela se constituye como un municipio constitucional de Extremadura integrada en el Partido Judicial de Trujillo. En Plasenzuela residían un alto porcentaje de habitantes hidalgos, éstos vivían de las rentas procedentes de las rentas de las tierras. Esta clase social se mantuvo durante los siglos XV, XVI, XVII y XVIII.

Gracias a las investigaciones llevadas a cabo por Simeón Molano conocemos que durante el siglo XVIII continuaron viviendo hidalgos en Plasenzuela, "Vicente Galindo, y Alonso Gil son nombrados mayordomos, aquel por el estado de "pecheros" y éste por el de "Hijosdalgos", para que sirvan de Mayordomos de la Cofradía (…) año 1755". La documentación de la Real Audiencia nos muestra los datos de la venta de la casa de la Matilla de los Almendros, situada cerca de la carretera que une Plasenzuela con la general que va desde Trujillo a Cáceres.

 

Texto extraído del "Informe Sobre la Diversidad y Riqueza etnográfica del área de Plasenzuela" presentado por la Asociación para la Promoción del Patrimonio Arqueológico Histórico y Cultural (APPAHC) en febrero de 2017.

 

Documentación y redacción: Pilar Cebrián Barco (Licenciada en Historia del Arte, Máster en Evaluación y Gestión del Patrimonio Histórico Artístico).